Por lo general, en el examen EIR suelen aparecer una o varias preguntas sobre Endocrinología y Nutrición. Hoy tratamos aquí algunas consideraciones básicas sobre la diabetes, que pueden ampliarse en nuestro Manual EIR, para permitir una atención adecuada a estos pacientes.
La diabetes mellitus es una enfermedad metabólica en la que el páncreas produce escasa o ninguna insulina, dando lugar a una acumulación de glucosa en sangre. Entre un 22 a 26 por ciento de los adultos hospitalizados tienen diabetes. Y en torno al 35 por ciento utilizan el Servicio de Urgencias; aunque no sea el motivo principal por lo que acuden a consulta. Si bien existe una diabetes gestacional, producida a veces durante el embarazo y que por lo común desaparece tras este, existen dos tipos de diabetes. En el Tipo I, el sistema inmunológico destruye las células productoras de insulina en el páncreas, por lo que el enfermo depende de la administración de insulina. Pero la más frecuente es la Tipo II, en la que las células no utilizan apropiadamente la insulina, por lo que tampoco responde a la insulina exógena. Este tipo, frecuentemente relacionado a factores genéticos, suele cursar con un aumento de peso a partir de los 40 años. Sin embargo, puede controlarse al principio mediante una dieta planificada. Pero si no se vigila adecuadamente, posiblemente será necesaria la administración de antidiabéticos orales y, posteriormente, la inyección de insulina. Pues el páncreas pierde gradualmente su función de producción de esta hormona.
Pero la diabetes puede desembocar en otras complicaciones para la salud. Y el eje fundamental para tratarla es la educación integral del propio paciente. Tanto la hipoglucemia como la hiperglucemia son agravantes que precisan atención producidas por una discordancia entre la insulina disponible y la necesaria. Hay otras complicaciones agudas, como la cetoacidosis diabética, producida por una administración incorrecta de insulina, que puede suponer un riesgo para la vida del paciente. Por lo que requiere de un restablecimiento de los equilibrios hídrico, acido-básico y electrolítico, así como la corrección de otras anomalías metabólicas producidas.
Las complicaciones crónicas suelen surgir a lo largo de años con la enfermedad. Pueden incluir problemas renales, pérdida de visión o ceguera, daños neuronales, circulatorios o problemas dentales. Aparte de monitorizar de forma periódica el azúcar en sangre, podemos prevenir las complicaciones. Y así mejoramos el bienestar del paciente mediante el ejercicio, análisis de colesterol y triglicéridos, controles de la presión sanguínea o exámenes preventivos.
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